domingo, 15 de noviembre de 2015
Una creativa guía de anticonceptivos: ¿Censuramos o motivamos?
En la entrada anterior, donde hago una reflexión sobre la lectura de Keith Johnstone, mencioné a Gonzalo, un alumno que está a punto de terminar el colegio, e hice referencia a una guía de anticonceptivos que hizo como trabajo. Todos sus compañeros se empeñaron haciendo algo bien visto, políticamente correcto e informativo. Las cuatro primeras páginas de la guía de Gonzalo se muestran en las fotos. Ante esto, ¿cuál se supone que debe ser mi reacción? Es una pregunta que planteo, para recibir opiniones. Lo cierto es que mi reacción inicial fue morirme de risa. Después, tuve una larga conversación con él. Ante la obligación de ponerle una nota, ésta fue, sin duda, una buena nota.
En mi experiencia: "Impro" de Keith Johnstone
Gonzalo tiene 16 años, y este es su
último mes de colegio. Gonzalo es un apasionado de la filosofía, tanto así, que
es mejor que ningún adulto, trate de cuestionarle sus conocimientos filosóficos
a no ser que sea experto en el tema, o verá su posición y autoridad en clase
pisoteada sin piedad por un alumno al que no le interesa en absoluto si le
castigan o amenazan. Yo, que fui su tutora el año pasado, recibía quejas
constantes sobre las palabrotas que escribía en los trabajos, sobre el desorden
que generaba cuando cuestionaba a los profesores con palabras que ni ellos
entendían. Es un alumno considerado un desadaptado. Es capaz de leerse a
Nietsche, a Heidegger o a Sartre y aplicar sus ideas en contextos muy
diferentes, pero suspende la asignatura de Lengua y Literatura.
Gonzalo ha sido torturado este año.
Siendo el último curso, él sabe que no puede suspender, o tendrá que soportar
más tiempo la amargura de estudiar cosas que no le interesan. Ha vivido el
último año con enorme ansiedad, se sentía preso de un sistema educativo que no
le comprendía ni le ayudaba. Conmigo se expresaba, en mi clase siempre le he
premiado sus intervenciones, y los trabajos que he mandado con directrices
perfectas para aquellos alumnos que se sienten inseguros en un ambiente
creativo, él los ha hecho como le ha dado la gana y ha aprobado, era imposible
suspender creaciones tan propias, esa forma de convertir en humor e ironía lo
que se encuentre, esa adaptación a cada tema de realidades políticas y sociales
(véase ejemplo de guía de métodos anticonceptivos que ha hecho). Para terminar
el año, le he eximido de su último examen (haciéndole jurar que no lo contaría
a nadie, ya que el colegio me obliga a hacer que se examine), a cambio de que
me haga una reflexión para compartir de la lectura de Johnstone, en la cual le
he visto reflejado. Y Gonzalo feliz, accedió.
Son muchas las ideas de la lectura
que me han resultado muy interesantes, y me voy a centrar en las que más me han
conectado con mi experiencia.
Una de las ideas con las que me quedo
es la de que el alumno nunca debe sentir
el fracaso. He visto muchos docentes que sin duda son expertos en hacer
sentir fracasados a los chicos. Gonzalo se ha pasado los últimos años recibiendo
quejas, en vez de alabanzas por sus creativos comentarios. La evaluación
diseñada en la secundaria se basa en el fracaso, en la comparación, desde el
momento en que la calificación es cuantitativa no sólo te dicen en que número
de éxito te encuentras, sino también en cuántos números has fracasado. Un
sistema de estas características definitivamente es poco motivador. Aunque
también es verdad que es un sistema adaptado a una sociedad que funciona de
esta manera, por tanto, ¿qué podemos esperar?
En mi actual colegio este año tomaron
la decisión de separar las clases por niveles (en “A” están los de bajo
rendimiento académico, en “B” los de alto rendimiento). Los profesores que nos
expresamos en contra de este formato fuimos excluidos de toda forma de toma de decisiones. Por tanto,
no nos quedó más remedio que resistirnos desde dentro de las aulas. Pero un
fuerte daño había sido hecho: había un claro grupo de “fracasados” y uno de
“inteligentes”, calificativos que los mismos alumnos se atribuyeron desde el primer
día. Los chicos de “A” son la perfecta definición de lo que Johnstone califica
como alumnos fóbicos (p. 19). Gonzalo
estaba en ese grupo. Me ha resultado muy interesante la idea de culparse a uno mismo si el grupo no trabaja
bien, con esto aporta una interesante cuestión, que tiene que ver con la
atribución que hacemos del fracaso mismo. Sabemos que es habitual, en el
docente clásico, que ubique sus fracasos en sus alumnos. Esto genera un
desagradable ambiente, ya que si algo he aprendido es que los chicos y chicas
absorben de algún modo esa sensación, ese sentimiento del fracasado. También lo
he vivido, aunque lo he tratado de evitar. Cuando alguna vez he comentado con
colegas de trabajo bajos resultados en alguna de mis clases, principalmente en
las de los alumnos de “A”, el comentario instantáneo es “en ese salón los chicos no dejan trabajar”, o “están mal en muchas asignaturas, son unos vagos”. Si el bajo
resultado se ha dado en “B”, el salón de “inteligentes”, recién nos
cuestionamos si el error será del docente, cómo va a salir mal un grupo tan
bueno, algo habremos hecho mal. En alguna ocasión se contagia ese pensamiento,
la comodidad que supone librarse de la responsabilidad es tentadora. Pero
también he vivido la experiencia de preguntarles a los chicos de “A” sobre las
razones por las que creen que han salido mal, insistiendo en que me cuenten
hasta qué punto no me expliqué bien, o si fui aburrida, pidiendo sinceridad, y
ellos mismos repiten el discurso de los demás profesores y se califican a sí
mismos de fracasados. Y así, francamente, se hace difícil motivarles. Me he
resistido siempre aceptar su culpa, y lo agradecen, a partir de ese momento se
siente como si les hubiesen quitado un peso de encima, y trabajan más
tranquilos, más a gusto, dejan de compararse con otros, y dejan de tener miedo
a opinar (al menos en cuanto a las notas que yo les voy a poner).
Creo que la idea con la que más me he
sentido identificada, que para mí refleja una enorme crisis en mis forma de
proceder este año, ha sido en la que menciona lo siguiente:
(…) mientras más comprendía cómo se debían hacer las cosas, más aburridas
eran mis producciones. Tanto entonces como ahora, cuando estoy inspirado, todo
resulta excelente, pero cuando trato de hacerlo bien, el resultado es
desastroso (p. 13).
Llevo pensando en esto más o menos durante los últimos 6
meses, habiéndome sentido como en un laberinto sin salida. Llevo cuatro años
trabajando con grupos y de educadora, y tres en un colegio. Con respecto al
colegio, cuando entré fueron comprensivos conmigo, soy psicóloga, y no tengo
que presentar o cumplir a rajatabla las exigencias metodológicas y burocráticas
del profesor, así que me eximían de realizarlas. Mis clases estaban abiertas a
la imaginación de todos, eran espontáneas, las sentía divertidas para todos. No
eran perfectas, he aprendido mucho y me doy cuenta de muchas limitaciones que
cometía en ese momento, pero ninguna de esas limitaciones tenía que ver con
alumnos y alumnas aburridas o sin ganas de estar en mis clases. Este tercer
año, mis coordinadoras dejaron de ser comprensivas, he tenido tiempo para
aprender. Además, mis materiales ya estaban preparados de años anteriores, solo
tenía que variar lo que no salía tan bien, pero la base estaba hecha, ya soy
más experta en el tema. He recibido amenazas de padres y madres (pocos, pero
existen y minan mi labor) que no estaban de acuerdo con el formato y contenido
de mis clases. He transcrito en un papel todos mis pasos y resultados, y estos
papeles han sido revisados y aceptados por mis coordinadoras. Y,
definitivamente, he sentido que mis clases ya no son tan inspiradoras como
antes. He perdido espontaneidad, ya no siento a los alumnos tan motivados como
antes, ya no hay factor sorpresa en mis clases, por decirlo así. Se supone que
hago las cosas mejor, pero a mi parecer, sinceramente, he empeorado, he
conocido la amargura del docente, que antes no conocía y que creí que nunca iba
a conocer, siento que ya no hay innovación, que perdí creatividad. He entrado a
formar parte de lo que se conoce como el clásico profesor. Y estoy luchando
contra ello, porque siento que no es mi falta de ganas, sino que me he visto
absorbida por un sistema limitado y conservador. Y este es un bache importante,
ya que si no lo paso puedo despedirme del gusto y pasión por la enseñanza. Si
lo paso, para lo cual estoy decidida y que son mis alumnos y alumnas actuales
los que me motivan para ello, será un crecimiento muy importante. Este tipo de
lectura, realmente, me hace ver que es un bache superable, que lo que hacía
bien antes sigue estando bien ahora, y que existen muchas formas y métodos que
puedo descubrir y aplicar.
Por otro lado considero interesante
hacer referencia a la idea de status que
propone el autor. En este sentido hago referencia a lo comentado en reflexiones
anteriores sobre las sesiones de clase, refiriéndome a los dibujos realizados,
donde observé, con ayuda de la intervención de una de las compañeras, que la
mayoría de los dibujos presentados mostraban una clara relación de poder, diferenciando
el status del docente de los alumnos. Al leer el fragmento que menciona el
autor sobre el tema, encuentro una gran relación con esto, en cómo esta
relación de poder mantiene al profesor en una posición segura. Es el concepto
de status y de el
balancín, en los cuales Johnstone hace énfasis en cómo las variaciones en
nuestro status, así como nuestro manejo deliberado de éste, determinan la
calidad de nuestras relaciones con el alumnado. En este sentido, el autor dice:
El placer que conlleva portarse mal deriva en parte de los cambios de
status que uno provoca en el profesor (Johnstone, p. 26)
Esto me hace pensar que lo importante
no es tanto el status que uno tiene, sino la capacidad de decidirlo en el
momento preciso, y la habilidad para cambiar nuestra posición de poder cuando
la situación lo requiera. Es decir, pueden haber momentos en los que nos
mantengamos con un status bajo, donde el alumno se sienta con la capacidad de controlar
el poder en las relaciones y en la clase, manejando este con responsabilidad,
haciéndole participar y organizar la sesión a su manera. Lo importante es aquí
poder elevar de nuevo mi status, en base a las necesidades del momento, a lo
conveniente en cada instante, a lo que resulte mejor para el desarrollo de las
habilidades de los chicos y las chicas, pero que sea de forma intencional. En
este sentido, la frase mencionada es muy interesante.
Por ello, me pongo a pensar qué es lo
que el profesor debe mantener realmente. Las relaciones de poder pueden
cambiar, no solo pueden, sino que incluso deben cambiarse, dando dinamismo y
realismo al desarrollo de habilidades. Quizá lo que sea importante mantener
sea, de algún modo, la autoridad, en el sentido de saber controlar y manejar el
espacio y el grupo en base a los objetivos planteados. Otra reflexión
interesante que plantea el autor es la necesidad de diferenciar el status al cual se pertenece y el status
que se desempeña (p. 26). No estoy segura, pero interpreto que el status al cual se pertenece tiene que
ver con la autoridad que soy capaz de mantener, al control que tengo de la
situación, y el status que se desempeña
tendrá que ver con mi capacidad de cambiar intencionalmente mi posición de
poder según dicten los objetivos que me planteo.
En los ejemplos que propone el autor
deja muy claro la relevancia de controlar el lenguaje para hacer variar nuestro
status, y cómo éste es determinante para definir nuestro lugar en la clase. En
mi experiencia, es una duda constante la de tratar de entender qué diferencia a
unos profesores de otros respecto a cómo controlan y manejan las clases y sus
relaciones con el alumnado, y qué ocurre dentro de un aula para que un profesor
mantenga un control férreo mientras que el siguiente se desespera por no lograr
que sus alumnos y alumnas le sigan, sea cual sea la actividad que plantea. Da
que pensar la importancia que tienen las palabras que utilizamos para
determinar este lugar, y es seguramente una de las principales claves por las
que hay tanta diferencia entre estos dos profesores.
Con todo esto, me queda analizar la
reflexión de la lectura que Gonzalo va a aportar. Espero que realmente
aprendamos de él, o al menos, siempre será interesante ponerse en la piel de un
alumno que refleja en muchos sentidos las carencias de un sistema educativo
excluyente, el cual los profesores tenemos el deber de transformar para que
chicos como Gonzalo tengan espacio para crear su lugar.
En mi experiencia: “Paradigmas educativos, tipos de aprendizaje y modalidades de enseñanza”
La primera
pregunta que plantea la lectura de Alejandro Iborra me puso realmente en un
compromiso, al no ser del todo capaz de identificar una metáfora
suficientemente acertada para reflejar lo que supone para mí el aprendizaje y
la enseñanza. Conozco las metáforas del ordenador, o la de la máquina (que para
mí, más bien, siempre la entendí como la de la rata), pero nunca me resultaron
suficientes. En mi práctica como docente y orientadora, siento a mis alumnos y
alumnas como personas de tal complejidad, y también yo he pasado por conflictos
y cuestionamientos de mí misma tan profundos, que realmente me cuesta
identificar una metáfora que represente fielmente todo ello. Supongo que me
falta cierta creatividad, o quizá soy algo perfeccionista, pero voy a seguir
intentando encontrarla a lo largo de esta reflexión.
Otro aspecto
relevante que resalto, y que produjo en mí sentimientos ciertamente
contradictorios, fue la cita de Bateson, donde define a los docentes como
insípidos y desmotivadores, y creo que cualquiera que lo lea es capaz de
conectar inmediatamente con su contexto y su experiencia recordando algún
profesor o profesora que destacó por conseguir que no recordásemos nada de la
asignatura que impartió. A mí, personalmente, me hace comparar el desinterés
absoluto que tenía hacia la educación en los primeros años de carrera, donde
percibía como tortura cualquier enseñanza relacionada con esto, con el
repentino y sorpresivo interés que generó en mí en el último año, cuando tuve
una profesora que irradiaba pasión en sus clases de Psicología Educativa. Sin
duda, puedo afirmar que tuve algunos profesores que aplicaban ese beso de la muerte al apasionante mundo
de la educación. Esto respecto a mi experiencia como aprendiz, pero, ¿y si
pienso en mi experiencia como educadora? ¿Alguna alumna o alumno que asista a
mis clases sentirá esto? Es inquietante, incluso llega a ser como una espina
clavada pensar en la posibilidad de encajar en la definición de la profesora
insípida. Pero también es motivador, me induce a pensar en mejoras, cambios,
renovaciones.
Me gustaría
realizar una reflexión sobre la lectura aportando sobre mi experiencia, ya que
es gracias a ésta que puedo vivir y entender los conceptos que explica. He
tenido la suerte de tener la oportunidad de aplicar muchas de las formas de
enseñar que propone el texto, de forma a veces intuitiva y medio desorganizada
(estoy aprendiendo), otras veces siendo mucho más estructurada y organizada. Se
me ocurre, a través de un ejemplo, explicar esto.
Llevo tres
años dando clases en el mismo colegio. Uno de mis temas centrales, en toda la
secundaria, ha sido el tema de sexualidad y afectividad, y concretamente, uno
de ellos fue el tema de género. En estos tres años, ha habido un grupo de
alumnos que siempre he tenido, y siempre han visto el tema, aumentando
evidentemente el grado de complejidad del éste. Actualmente, estos alumnos se
encuentran en 5º de Secundaria (que en Perú, es el último año de formación
escolar), y puedo observar cuánto han aprendido del tema, qué faltó y qué se
logró, en qué fallé y en qué he logrado que estos chicos y chicas apliquen a su
realidad lo que les he enseñado.
Con respecto a
los diferentes paradigmas, definitivamente, nunca me planteé la aplicación de
un enfoque conductista; sea experta o no en educación, creo que es fácil
comprender que un tema como este no se puede aprender con estudiantes como
receptores pasivos. Sin duda el enfoque aplicado ha sido eminentemente
constructivista, donde para mí tanto los planteamientos cognitivos como socioculturales
han sido especialmente importantes, como explicaré a continuación.
En temas de
corte psicosocial es muy interesante plantear cuestiones y que el alumnado
trate de establecer relaciones. Por ejemplo, ante un premisa mayor, que se les
planteó en clase, “el reggaetón tiene
letras que promueven diferentes formas de violencia machista”, y casos
particulares, como “la canción de Candy o
la de Agárrala, azótala, pégala son canciones de reggaetón”, se encontraron
ante procesos claros de deducción e inducción, promoviendo a su vez el análisis
y desmembramiento de dichas canciones (a través de la lectura explícita de las
letras, lo cual resultaba bastante divertido, ya que aunque todas y todos se
las sabían de memoria, nunca se habían dado cuenta de forma explícita de lo que
cantaban, y se escandalizaban ante cada frase que leían), y elaborando procesos
de síntesis a través de conclusiones. Este es solo un ejemplo que se me ocurre,
donde puedo darme cuenta de la aplicación de las estrategias de aprendizaje. Me
planteo, también, hasta qué punto he promovido procesos de abducción, y sobre
el mismo ejemplo les he planteado la premisa menor siguiente: “ustedes cantan y bailan reggaetón en todas
sus fiestas”. Aquí me encuentro a chicos y chicas ante un enorme conflicto
interno, donde se planteaban si el hecho de escuchar, cantar, bailar y hasta
gesticular alegremente las canciones propuestas, les convertía en promotores de
la violencia machista. Aquellos alumnos que se declaraban enemigos del
reggaetón, sonreían provocadores al sentirse externos a cualquier tipo de
violencia machista, mientras que sus compañeras y compañeros les comenzaban a
debatir la relación real que existía entre las premisas planteadas. Realmente,
lo más interesante se daba en el momento del debate grupal, del conflicto
generado y ver cómo trataban de buscar solución a dicho problema. Y cómo,
pasado el tiempo, aunque no han dejado de bailar sus canciones, me buscan para
plantearme nuevas canciones con contenido violento para las clases, e incluso
me las cantan cuando me cruzo con ellos, a lo que respondo la enorme alegría
que me dan como educadora al ver que cada vez que escuchan esas canciones se
acuerdan de mí.
Siempre han
existido asignaturas en el colegio que se han calificado como “marías”, las que
se consideran que están para rellenar, para dar un tiempo de relax a los
alumnos. Un gran reto para mí, como profesora de la asignatura que aquí en Perú
se llama “Persona, Familia y Relaciones Humanas”, ha sido dar un significado,
un propósito a la asignatura, un por qué y un para qué, reconstruirla para
lograr que adquiera la misma importancia que la que asumen que tienen
asignaturas como Matemáticas o Lengua y Literatura. He tenido alumnos y alumnas
cuyas motivaciones tenía que dárselas yo, así como adolescentes que sin duda
sus objetivos han sido intrínsecos. He visto todos los tipos de motivaciones
entremezclados, he visto alumnos y alumnas que por sí solos buscaban,
conectaban con sus experiencias, se desafiaban a sí mismos y probaban su contexto
cuestionando incluso a otros profesores, que me buscaban para darles feedback,
felicitarles u orientarles respecto a sus relaciones de pareja, o queriendo
solucionar dudas respecto a su orientación sexual. He podido casi palpar la
generación de sus Zonas de Desarrollo Próximo, así como la reconstrucción de
sus pensamientos y sus formas de entender su contexto. He visto interesantes discusiones
en Facebook donde interactuaban y me buscaban para debatir sobre temas dados en
clase. Han investigado, a veces por indicación mía, y otras veces por cuenta
propia, para comprenderse a sí mismos y crecer respecto a lo que quieren y no
quieren para sus vidas. Hemos formulado preguntas que llevaban a la reflexión,
a través de casos que se iban dando (el
otro día en una fiesta me pasó X cosa, profesora ha visto la noticia sobre la
nueva congresista transexual, etc.), y aplicándolos a lo tratado en clase.
Dentro de todo
lo positivo, asumo lo necesario que es aplicarme muchas mejoras. Dentro de todo
este trabajo, también ha habido alumnos y alumnas que parecieran no haber
escuchado ni una sola clase en los tres años que llevamos juntos. Creo que
algunos se han sentido desplazados, e incomprendidos ante la pasión y en
ocasiones ataques de algunos compañeros. Ha faltado un aprendizaje más
cooperativo, más trabajos en equipo que permitieran entender el tema que traté
de enseñarles de un modo más constructivo, menos competitivo. También siento
que, aunque con mejoras con el paso del tiempo, ha faltado organización, he asumido
en muchos casos que los chicos y chicas vienen aprendidos, que hay cosas que ya
debían de saber. Un gran obstáculo para mí ha sido el relacionado con la
burocratización de mi trabajo, con la obligación de elaborar evaluaciones
cuantitativas, con la pérdida de espontaneidad, con la obligación de establecer
una jerarquización vertical de las relaciones, con la concepción tradicional de
la estructuración y organización de una clase, que desde mi punto de vista
lleva a la pérdida de la creatividad del docente. En cierto modo me he dado
cuenta de cómo el conformismo trata de superar al profesor, ante una profesión
que todos dicen valorar, pero que a la hora de la verdad todo se permiten
cuestionar por mantener una estructura tradicional que hace sentir seguros a
todos aquellos que no se atreven a innovar.
Esta larga
reflexión, donde plasmo por escrito muchos de los pensamientos y sentimientos
que me genera la lectura, creo que sirve como prueba de la eficacia de ésta
para generar un aprendizaje significativo. Esta es mi respuesta a la pregunta
que plantea en el final, sobre los paradigmas y modalidades de aprendizaje que
se han utilizado. Aunque sé que se refiere a la lectura en sí, podría hacer un
análisis detallado de esto, pero me resulta más significativo explicarlo en
relación con mi corta experiencia como docente. Hay un momento de la lectura
donde el autor enfatiza en la dificultad de conectar la teoría con la práctica.
No es lo mismo, sin duda, teorizar sobre cómo deben ser los procesos de
enseñanza y aprendizaje, que encontrarse en el contexto de una organización en
la que hay que aplicar esos conocimientos, con todas las ilusiones y también
dificultades que ello entraña. Todo lo que aparece en la lectura es muy
importante, pero no solo para el aprendizaje en los alumnos, sino también para
mantener la motivación en los docentes.
Por último, en
relación con la metáfora, diría que el aprendizaje funciona como los procesos
naturales de la Tierra. Hay alumnos y alumnas que son pájaros, peces, felinos,
árboles, flores, que son como el cielo o que son como la tierra. Son todos
diferentes, funcionan de modos muy diferentes, están todos preparados para
aprender, y estamos interconectados. Los educadores somos los que vertemos en la tierra nuestra
influencia, los que tenemos opción de dañarla y contaminarla, o de volverla más
hermosa y de manejarla para asegurar su autonomía y su bienestar. La enseñanza
es una labor delicada, cuidadosa, que debe hacerse con cariño, con empatía. El
aprendizaje es esa recepción, no pasiva, sino activa, viva, colorida. Quizá
esta metáfora no sea tan precisa y sencilla como la del ordenador, o la de la
máquina, pero creo que es más completa. Realmente, se me sigue haciendo muy
difícil encontrar una buena comparación que me permita crear una metáfora que
termine de satisfacerme.
Clase del 5 de noviembre: Recogida de ideas
Qué hemos hecho, por qué, para qué, por dónde vamos a continuar.
Sobre esta pregunta, empezando por qué
hemos hecho, se me ocurre pensar que, principalmente, nos hemos puesto
a indagar en nuestras ideas preconcebidas sobre lo que implica ser docente, ha
sido un trabajo de introspección con el que tratamos de darnos cuenta de qué es
lo que tenemos dentro, qué entendemos como función docente, nuestras ideas más
profundas. Sobre el por qué, para mí
lo hacemos porque es práctico, es útil comenzar visualizándonos a nosotras
mismas, y ahí vamos al para qué, ya
que yo entiendo que, cuando leemos una serie de manuales o lecturas iniciando
el tema, existe una tendencia a auto-convencernos a nosotras mismas de que
somos lo que se pide en esos manuales. Al comenzar por leer teorías, buscamos
satisfacer nuestro autoconcepto, colocándonos de alguna manera en las
categorías que se nos ofrece. Sin embargo, si empezamos por un ejercicio de
indagación propia, el proceso es más real, primero creamos nuestras propias
formas de entender la función docente, y en ese sentido seremos más realistas y
más críticos a la hora de ubicarnos en el texto, a la hora de identificar en
qué funciones o categorías encajamos, y en cuáles no. Con respecto a las
diapositivas mostradas, evidentemente lo que se ha aplicado en clase ha sido
una planificación de tipo Experiencia à Estructura.
Esta forma de aprender conlleva enormes ventajas, aunque inicialmente una se
sienta perdida. Me recuerda a un comentario en el blog, donde una compañera
cuestiona la actividad de los dibujos, enfatizando en que no comprendía a qué
llevaba este ejercicio. Pero ir llegando solos a las respuestas se convierte en
un proceso mucho más emocionante, más entretenido, más complejo, donde nuestro
sentimiento de participación e implicación en la tarea y en el aprendizaje es
sin duda mucho más intenso.
Hay un momento en clase en el que se
pregunta sobre qué es un paradigma.
Lo primero que se me vino a la cabeza es definirlo como una teoría integral que
trata de explicar diferentes situaciones. Un paradigma se comprende siempre que
seamos capaces de aplicarlo a nuestra experiencia. Sí había leído el texto de
Alejandro Iborra, y confieso que, aunque apliqué lo leído a mi experiencia como
profesora, en mis reflexiones sobre los dibujos y la categorización de los
patrones encontrados no había detectado los tres paradigmas de la enseñanza, al
menos de forma explícita. Sin embargo, observándolo ahora, es cierto que
ciertas categorías pueden correlacionar con estos paradigmas (por ejemplo, la
categoría referida a la “referencia explícita e estados emocionales”, una puede
entender que las profesoras que aplican estos dibujos toman en cuenta que lo
que tiene delate es algo más que un alumno pasivo que recibe información, al
entender que hay otros procesos que pueden afectar en sus procesos de
enseñanza/aprendizaje; o en la categoría “ubicación del
alumnado respecto a la figura de referencia”, se aprecian procesos de
socialización como parte de lo que las docentes comprenden como aprendizaje).
Esto resulta interesante para conocer los paradigmas reales en los que situamos
nuestra enseñanza y lo que entendemos como aprendizaje. De todas formas, creo
que sería necesario indagar más, conversar más con cada docente y observar las
prácticas que realiza en su día a día.
También me pareciera que, al
establecer nuestras propias categorías, al indagar sobre nuestras ideas,
estamos generando teorías, hipótesis sobre lo que se supone debe ser una buena
práctica docente, las cuales tenemos que contrastar. En este sentido, responderá
a la pregunta inicial por dónde vamos a
continuar, entiendo que lo que viene ahora es eso, seguir generando
propuestas, teorías basadas en nuestras ideas previas, que podamos contrastar y
debatir, reformular y recrear, lo que sería un proceso de abducción. Y sería en este momento cuando tratemos de acercarnos
de forma más realista a la misma práctica docente, permitiendo ser moldeados,
abiertos a la crítica y al crecimiento.
Recogida de ideas de la clase del 19 de octubre.
“Expectativas previas, y a la hora de explicarlo muchas veces cambiaban
esas expectativas”.
Esto me hace pensar en los dibujos de mis compañeras de trabajo, y en la
explicación que yo misma le otorgo a lo que han representado en función de lo
que les conozco. Si bien las personas que asisten a la clase seguramente no se
conocen demasiado, en mi caso no es así, ya que el grupo que yo he formado para
hacer los dibujos ha sido de compañeras de trabajo desde hace tres años. Por
eso, estoy muy de acuerdo con lo que plantea el compañero, sobre las
expectativas que genera lo que infiero respecto a cómo representan el mundo
otras personas. Para mí, ciertos dibujos que quizá las personas que estáis en
España los entendáis como creativos, yo puedo entenderlos como lo contrario por
lo que espero de la persona que lo ha dibujado, ya que yo la conozco, y
vosotros no. Esto me hace reflexionar sobre las expectativas que generan los
alumnos y alumnas de nosotras, así como las que nosotras generamos sobre ellos,
y la relevancia que tiene respecto al trato que les damos. Esto me genera
cierta inquietud, al percibir que mi juicio está sesgado. Aunque también al
revés, al darme cuenta de la importancia de profundizar en las personas para
poder comprenderlas, y esto lo ligo al ejemplo que pone el profesor en clase,
sobre el catador de vinos, donde enfatiza que aquello que sabemos influye en lo
que podemos hacer, así sea para bien, aunque quizá también para mal. Eso ya
dependerá de nosotras.
“Sobre el poder y la autoridad.” El concepto que tenemos respecto a la docencia viene
directamente ligado a una relación de poder. Efectivamente, ocho de los diez
dibujos lo reflejan con mucha claridad. Los alumnos y alumnas se presentan como
más pequeños que el educador, cuando realmente la mayoría de estos adolescentes
ya son igual o más altos que nosotras. Esta contradicción sin duda refleja la
posición de poder que mantiene el docente, en sentirse como una figura de
referencia.
Diferenciación en los dibujos de las diferentes disciplinas. En nuestros dibujos no se siente
así, hay profesoras de diferentes disciplinas, pero es muy difícil entender una
clasificación en este sentido. También es cierto que, prácticamente todas son
profesoras de ámbitos de letras (Lengua, Historia, Formación Ciudadana, etc.).
Otra observación que me podido dar
cuenta al escuchar las aportaciones de las personas que están en clase, es que
ahora entiendo que en los dibujos de mis compañeras de trabajo no se han
centrado únicamente en representar que enseñan contenidos, sino que hay un
objetivo muy claro de observar, de atender a necesidades, de ofrecer un
feedback. Esto se observa especialmente en los dibujos 1, 3, 4, 6, 7, 9 y 10. Es
algo interesante, que nadie ha nombrado explícitamente, pero que parece que está
en mente de todas.
Reflexionando sobre el sentido de
esta actividad, realmente es interesante poder observar y reflexionar sobre las
diferentes formas que tenemos de entender la enseñanza y el aprendizaje, cómo
nos representamos pretende ser un reflejo de lo que sentimos que somos o de lo
que queremos ser, y compartir diferentes perspectivas me doy cuenta de que es
muy inspirador y es un gran ejercicio de empatía, que nos permite cuestionarnos
sobre si nuestra forma de entender la educación es única, y sobre las muchas
cosas interesantes que nos pueden aportar otras personas.
Sobre la clase del 5 de octubre y el debate surgido.
Mientras
escuchaba la clase, al plantear la pregunta de “por qué la clase, para qué estamos aquí”, y tomando en cuenta que
mi posición es la distancia y, de hecho, no estoy en clase, la respuesta que se
me ocurre es la siguiente: la clase da la oportunidad de generar un vínculo
emocional, al estar más personalizada, al generar una conexión no solo verbal,
sino también a nivel no verbal, con los contenidos, con los pensamientos, a
través de las personas que nos rodean. En este sentido, estoy de acuerdo con el
comentario de una compañera donde ponía en relevancia la socialización. Otro
compañero hablaba de la relevancia de la comunidad, entiendo que refiriéndose a
que el resultado la suma de todos es más potente que lo que se consiga de forma
individual. Esto, definitivamente, lo comparto como una de las principales
razones por las que es importante seguir la clase. Para mí, la realidad que
formamos es interpretable, y la compañía ofrece la opción de reinterpretar de
una forma más dinámica los aprendizajes que vamos asimilando. Ofrece también la
opción de generar una situación dialéctica, en la que se generan constantes
dudas y donde se nos cuestiona de forma constante, que tienen un enorme valor
para el aprendizaje, lo que me recuerda a la reflexión de bienvenida del blog.
Definitivamente,
estoy de acuerdo en que es una reflexión compleja. Pero desde mi situación,
como digo, que es la de no estar en clase, el valor de una clase es enormemente
emocional; para mí, desde aquí, tengo asignaturas con las que siento una enorme
frialdad, y supone una sensación enormemente satisfactoria poder escuchar las
voces de mis compañeras y compañeros, imaginar las miradas, los movimientos, y me
genera inquietud no poder participar conjuntamente, levantar la mano,
cuestionar y que me cuestionen, formar parte de un proceso común de aprendizaje.
En ese sentido, la respuesta más acertada a la pregunta sin duda tiene que ver
con lo social y lo emocional, con el compartir un proceso, con procesos de
socialización y sentimientos asociados a la comunidad. Sin duda, no es lo mismo
disfrutar aprendiendo sola, que disfrutar aprendiendo en compañía.
Sobre “20 horas: cómo aprender cualquier cosa” de Josh Kaufman
Quién no ha
sentido alguna vez la impotencia de querer aprender diferentes habilidades, y
lo ha dejado por sentirse incapaz, o quizá por compararse. Me acuerdo cuando
quise aprender a montar en monociclo, me sentí torpe. Siendo buena para otro
tipo de habilidades, no comprendía por qué no era capaz de manejar esa simple
monocicleta. No tenía lugar donde practicar, esa es la verdad. No tenía
paciencia, también es cierto. Finalmente, quedó aparcado el monociclo, como
símbolo de mi frustración.
Josh Kaufman,
quien nos brinda esta motivadora charla, evidente se refiere a un aprendizaje
deseado, motivado, se presenta como un apasionado de aprender cosas nuevas. Da
claves interesantes contra la desesperanza, a favor de que cualquiera puede
aprender cosas que le gustan. Es interesante cómo deshace una idea que
popularmente se entendía como científica, que excluía a la mayoría de personas
del placer de aprender. Y cómo nos devuelve la ilusión y las ganas de comenzar
nuevos proyectos, de crecer, a través de sencillas claves. Siempre podemos
generar métodos y estrategias de facilitarnos los conocimientos.
El
aprendizaje, cuando persigue un objetivo, genera ilusión, expectativa,
superación. Cuando no lo tiene, genera frustración, desgana. Y si es obligado,
genera un profundo malestar. La palabra “Aprendizaje”, que como universitarios
nos llena de satisfacción, en adolescentes muchas veces es una palabra muy
desmotivadora, que la relacionan con lo aburrido, lo obligado, lo estático. Se
ha desvirtuado el valor de esa palabra. Un estudiante del nivel secundario la
relaciona con exámenes, estrés, notas.
“Sentirse
estúpido no es agradable”. En esa frase creo que resume la sensación que muchos
adolescentes tienen cuando hablamos de aprendizaje. Como bien dice el señor
Kaufman, el obstáculo es emocional, y somos los docentes los primeros que
tenemos que interiorizar esta idea, para comprender una de las claves sobre la
que tenemos que trabajar profundamente en el contexto de la escuela, para
lograr tener alumnos y alumnas que, cuando escuchen la palabra “Aprender”, se
alegren, se motiven, se emocionen.
sábado, 14 de noviembre de 2015
¡Hola!
¡Hola a tod@s!
Soy Paula, una compañera que está estudiando desde la distancia el máster, al menos hasta enero que espero volver a Madrid. Soy una de las personas que engrosan el número de emigrantes en España. Llevo cuatro años trabajando en Perú, en la ciudad de Piura, y los tres últimos he estado de profesora en secundaria en un colegio, de una asignatura que digamos es parecida a lo que entendemos como "Educación para la Ciudadanía". Yo soy psicóloga, pero la verdad que disfruto un montón trabajando con grupos.
Después de mucho pensar cómo participar activamente en las clases, así como con mis compañeras y compañeros, y pidiendo consejo variado, he seguido la sugerencia de crear un blog particular. Estoy haciendo reflexiones personales de las lecturas y de las clases, os he escuchado participando y en lo que escribo he tratado de hacer mis aportes. Con la idea de que esto no quede en la nada he creado el blog. La verdad que dudaba, ya que de primeras sentía que suena bastante egocéntrico por mi parte que todos tengamos un blog común y de repente llego yo, que ni me conocéis, haciendo mi blog personal. Pero obviamente mi motivación no es llamar la atención, o resaltar, sino que he pensado que a alguien le podría interesar, que podría aportar algo con la experiencia que he adquirido, y quisiera recibir aportaciones de vuestras experiencias. En realidad, desde la inevitable distancia, es la única forma que tengo de acercarme al grupo, preferiría que fuera asistiendo a las clases o tomando unas cañas y unas tapas (que pfff las echo tanto de menos!), pero al menos internet ofrece otras interesantes posibilidades. Abro el blog con la ilusión de compartir y de participar, ojalá sea posible.
Un abrazo.
Paula.
Soy Paula, una compañera que está estudiando desde la distancia el máster, al menos hasta enero que espero volver a Madrid. Soy una de las personas que engrosan el número de emigrantes en España. Llevo cuatro años trabajando en Perú, en la ciudad de Piura, y los tres últimos he estado de profesora en secundaria en un colegio, de una asignatura que digamos es parecida a lo que entendemos como "Educación para la Ciudadanía". Yo soy psicóloga, pero la verdad que disfruto un montón trabajando con grupos.
Después de mucho pensar cómo participar activamente en las clases, así como con mis compañeras y compañeros, y pidiendo consejo variado, he seguido la sugerencia de crear un blog particular. Estoy haciendo reflexiones personales de las lecturas y de las clases, os he escuchado participando y en lo que escribo he tratado de hacer mis aportes. Con la idea de que esto no quede en la nada he creado el blog. La verdad que dudaba, ya que de primeras sentía que suena bastante egocéntrico por mi parte que todos tengamos un blog común y de repente llego yo, que ni me conocéis, haciendo mi blog personal. Pero obviamente mi motivación no es llamar la atención, o resaltar, sino que he pensado que a alguien le podría interesar, que podría aportar algo con la experiencia que he adquirido, y quisiera recibir aportaciones de vuestras experiencias. En realidad, desde la inevitable distancia, es la única forma que tengo de acercarme al grupo, preferiría que fuera asistiendo a las clases o tomando unas cañas y unas tapas (que pfff las echo tanto de menos!), pero al menos internet ofrece otras interesantes posibilidades. Abro el blog con la ilusión de compartir y de participar, ojalá sea posible.
Un abrazo.
Paula.
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