domingo, 15 de noviembre de 2015

En mi experiencia: “Paradigmas educativos, tipos de aprendizaje y modalidades de enseñanza”

La primera pregunta que plantea la lectura de Alejandro Iborra me puso realmente en un compromiso, al no ser del todo capaz de identificar una metáfora suficientemente acertada para reflejar lo que supone para mí el aprendizaje y la enseñanza. Conozco las metáforas del ordenador, o la de la máquina (que para mí, más bien, siempre la entendí como la de la rata), pero nunca me resultaron suficientes. En mi práctica como docente y orientadora, siento a mis alumnos y alumnas como personas de tal complejidad, y también yo he pasado por conflictos y cuestionamientos de mí misma tan profundos, que realmente me cuesta identificar una metáfora que represente fielmente todo ello. Supongo que me falta cierta creatividad, o quizá soy algo perfeccionista, pero voy a seguir intentando encontrarla a lo largo de esta reflexión.

Otro aspecto relevante que resalto, y que produjo en mí sentimientos ciertamente contradictorios, fue la cita de Bateson, donde define a los docentes como insípidos y desmotivadores, y creo que cualquiera que lo lea es capaz de conectar inmediatamente con su contexto y su experiencia recordando algún profesor o profesora que destacó por conseguir que no recordásemos nada de la asignatura que impartió. A mí, personalmente, me hace comparar el desinterés absoluto que tenía hacia la educación en los primeros años de carrera, donde percibía como tortura cualquier enseñanza relacionada con esto, con el repentino y sorpresivo interés que generó en mí en el último año, cuando tuve una profesora que irradiaba pasión en sus clases de Psicología Educativa. Sin duda, puedo afirmar que tuve algunos profesores que aplicaban ese beso de la muerte al apasionante mundo de la educación. Esto respecto a mi experiencia como aprendiz, pero, ¿y si pienso en mi experiencia como educadora? ¿Alguna alumna o alumno que asista a mis clases sentirá esto? Es inquietante, incluso llega a ser como una espina clavada pensar en la posibilidad de encajar en la definición de la profesora insípida. Pero también es motivador, me induce a pensar en mejoras, cambios, renovaciones.

Me gustaría realizar una reflexión sobre la lectura aportando sobre mi experiencia, ya que es gracias a ésta que puedo vivir y entender los conceptos que explica. He tenido la suerte de tener la oportunidad de aplicar muchas de las formas de enseñar que propone el texto, de forma a veces intuitiva y medio desorganizada (estoy aprendiendo), otras veces siendo mucho más estructurada y organizada. Se me ocurre, a través de un ejemplo, explicar esto.

Llevo tres años dando clases en el mismo colegio. Uno de mis temas centrales, en toda la secundaria, ha sido el tema de sexualidad y afectividad, y concretamente, uno de ellos fue el tema de género. En estos tres años, ha habido un grupo de alumnos que siempre he tenido, y siempre han visto el tema, aumentando evidentemente el grado de complejidad del éste. Actualmente, estos alumnos se encuentran en 5º de Secundaria (que en Perú, es el último año de formación escolar), y puedo observar cuánto han aprendido del tema, qué faltó y qué se logró, en qué fallé y en qué he logrado que estos chicos y chicas apliquen a su realidad lo que les he enseñado.
Con respecto a los diferentes paradigmas, definitivamente, nunca me planteé la aplicación de un enfoque conductista; sea experta o no en educación, creo que es fácil comprender que un tema como este no se puede aprender con estudiantes como receptores pasivos. Sin duda el enfoque aplicado ha sido eminentemente constructivista, donde para mí tanto los planteamientos cognitivos como socioculturales han sido especialmente importantes, como explicaré a continuación.

En temas de corte psicosocial es muy interesante plantear cuestiones y que el alumnado trate de establecer relaciones. Por ejemplo, ante un premisa mayor, que se les planteó en clase, “el reggaetón tiene letras que promueven diferentes formas de violencia machista”, y casos particulares, como “la canción de Candy o la de Agárrala, azótala, pégala son canciones de reggaetón”, se encontraron ante procesos claros de deducción e inducción, promoviendo a su vez el análisis y desmembramiento de dichas canciones (a través de la lectura explícita de las letras, lo cual resultaba bastante divertido, ya que aunque todas y todos se las sabían de memoria, nunca se habían dado cuenta de forma explícita de lo que cantaban, y se escandalizaban ante cada frase que leían), y elaborando procesos de síntesis a través de conclusiones. Este es solo un ejemplo que se me ocurre, donde puedo darme cuenta de la aplicación de las estrategias de aprendizaje. Me planteo, también, hasta qué punto he promovido procesos de abducción, y sobre el mismo ejemplo les he planteado la premisa menor siguiente: “ustedes cantan y bailan reggaetón en todas sus fiestas”. Aquí me encuentro a chicos y chicas ante un enorme conflicto interno, donde se planteaban si el hecho de escuchar, cantar, bailar y hasta gesticular alegremente las canciones propuestas, les convertía en promotores de la violencia machista. Aquellos alumnos que se declaraban enemigos del reggaetón, sonreían provocadores al sentirse externos a cualquier tipo de violencia machista, mientras que sus compañeras y compañeros les comenzaban a debatir la relación real que existía entre las premisas planteadas. Realmente, lo más interesante se daba en el momento del debate grupal, del conflicto generado y ver cómo trataban de buscar solución a dicho problema. Y cómo, pasado el tiempo, aunque no han dejado de bailar sus canciones, me buscan para plantearme nuevas canciones con contenido violento para las clases, e incluso me las cantan cuando me cruzo con ellos, a lo que respondo la enorme alegría que me dan como educadora al ver que cada vez que escuchan esas canciones se acuerdan de mí.

Siempre han existido asignaturas en el colegio que se han calificado como “marías”, las que se consideran que están para rellenar, para dar un tiempo de relax a los alumnos. Un gran reto para mí, como profesora de la asignatura que aquí en Perú se llama “Persona, Familia y Relaciones Humanas”, ha sido dar un significado, un propósito a la asignatura, un por qué y un para qué, reconstruirla para lograr que adquiera la misma importancia que la que asumen que tienen asignaturas como Matemáticas o Lengua y Literatura. He tenido alumnos y alumnas cuyas motivaciones tenía que dárselas yo, así como adolescentes que sin duda sus objetivos han sido intrínsecos. He visto todos los tipos de motivaciones entremezclados, he visto alumnos y alumnas que por sí solos buscaban, conectaban con sus experiencias, se desafiaban a sí mismos y probaban su contexto cuestionando incluso a otros profesores, que me buscaban para darles feedback, felicitarles u orientarles respecto a sus relaciones de pareja, o queriendo solucionar dudas respecto a su orientación sexual. He podido casi palpar la generación de sus Zonas de Desarrollo Próximo, así como la reconstrucción de sus pensamientos y sus formas de entender su contexto. He visto interesantes discusiones en Facebook donde interactuaban y me buscaban para debatir sobre temas dados en clase. Han investigado, a veces por indicación mía, y otras veces por cuenta propia, para comprenderse a sí mismos y crecer respecto a lo que quieren y no quieren para sus vidas. Hemos formulado preguntas que llevaban a la reflexión, a través de casos que se iban dando (el otro día en una fiesta me pasó X cosa, profesora ha visto la noticia sobre la nueva congresista transexual, etc.), y aplicándolos a lo tratado en clase.

Dentro de todo lo positivo, asumo lo necesario que es aplicarme muchas mejoras. Dentro de todo este trabajo, también ha habido alumnos y alumnas que parecieran no haber escuchado ni una sola clase en los tres años que llevamos juntos. Creo que algunos se han sentido desplazados, e incomprendidos ante la pasión y en ocasiones ataques de algunos compañeros. Ha faltado un aprendizaje más cooperativo, más trabajos en equipo que permitieran entender el tema que traté de enseñarles de un modo más constructivo, menos competitivo. También siento que, aunque con mejoras con el paso del tiempo, ha faltado organización, he asumido en muchos casos que los chicos y chicas vienen aprendidos, que hay cosas que ya debían de saber. Un gran obstáculo para mí ha sido el relacionado con la burocratización de mi trabajo, con la obligación de elaborar evaluaciones cuantitativas, con la pérdida de espontaneidad, con la obligación de establecer una jerarquización vertical de las relaciones, con la concepción tradicional de la estructuración y organización de una clase, que desde mi punto de vista lleva a la pérdida de la creatividad del docente. En cierto modo me he dado cuenta de cómo el conformismo trata de superar al profesor, ante una profesión que todos dicen valorar, pero que a la hora de la verdad todo se permiten cuestionar por mantener una estructura tradicional que hace sentir seguros a todos aquellos que no se atreven a innovar.

Esta larga reflexión, donde plasmo por escrito muchos de los pensamientos y sentimientos que me genera la lectura, creo que sirve como prueba de la eficacia de ésta para generar un aprendizaje significativo. Esta es mi respuesta a la pregunta que plantea en el final, sobre los paradigmas y modalidades de aprendizaje que se han utilizado. Aunque sé que se refiere a la lectura en sí, podría hacer un análisis detallado de esto, pero me resulta más significativo explicarlo en relación con mi corta experiencia como docente. Hay un momento de la lectura donde el autor enfatiza en la dificultad de conectar la teoría con la práctica. No es lo mismo, sin duda, teorizar sobre cómo deben ser los procesos de enseñanza y aprendizaje, que encontrarse en el contexto de una organización en la que hay que aplicar esos conocimientos, con todas las ilusiones y también dificultades que ello entraña. Todo lo que aparece en la lectura es muy importante, pero no solo para el aprendizaje en los alumnos, sino también para mantener la motivación en los docentes.


Por último, en relación con la metáfora, diría que el aprendizaje funciona como los procesos naturales de la Tierra. Hay alumnos y alumnas que son pájaros, peces, felinos, árboles, flores, que son como el cielo o que son como la tierra. Son todos diferentes, funcionan de modos muy diferentes, están todos preparados para aprender, y estamos interconectados. Los educadores  somos los que vertemos en la tierra nuestra influencia, los que tenemos opción de dañarla y contaminarla, o de volverla más hermosa y de manejarla para asegurar su autonomía y su bienestar. La enseñanza es una labor delicada, cuidadosa, que debe hacerse con cariño, con empatía. El aprendizaje es esa recepción, no pasiva, sino activa, viva, colorida. Quizá esta metáfora no sea tan precisa y sencilla como la del ordenador, o la de la máquina, pero creo que es más completa. Realmente, se me sigue haciendo muy difícil encontrar una buena comparación que me permita crear una metáfora que termine de satisfacerme.

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