domingo, 15 de noviembre de 2015

Sobre “20 horas: cómo aprender cualquier cosa” de Josh Kaufman

Quién no ha sentido alguna vez la impotencia de querer aprender diferentes habilidades, y lo ha dejado por sentirse incapaz, o quizá por compararse. Me acuerdo cuando quise aprender a montar en monociclo, me sentí torpe. Siendo buena para otro tipo de habilidades, no comprendía por qué no era capaz de manejar esa simple monocicleta. No tenía lugar donde practicar, esa es la verdad. No tenía paciencia, también es cierto. Finalmente, quedó aparcado el monociclo, como símbolo de mi frustración.
Josh Kaufman, quien nos brinda esta motivadora charla, evidente se refiere a un aprendizaje deseado, motivado, se presenta como un apasionado de aprender cosas nuevas. Da claves interesantes contra la desesperanza, a favor de que cualquiera puede aprender cosas que le gustan. Es interesante cómo deshace una idea que popularmente se entendía como científica, que excluía a la mayoría de personas del placer de aprender. Y cómo nos devuelve la ilusión y las ganas de comenzar nuevos proyectos, de crecer, a través de sencillas claves. Siempre podemos generar métodos y estrategias de facilitarnos los conocimientos.
El aprendizaje, cuando persigue un objetivo, genera ilusión, expectativa, superación. Cuando no lo tiene, genera frustración, desgana. Y si es obligado, genera un profundo malestar. La palabra “Aprendizaje”, que como universitarios nos llena de satisfacción, en adolescentes muchas veces es una palabra muy desmotivadora, que la relacionan con lo aburrido, lo obligado, lo estático. Se ha desvirtuado el valor de esa palabra. Un estudiante del nivel secundario la relaciona con exámenes, estrés, notas.

“Sentirse estúpido no es agradable”. En esa frase creo que resume la sensación que muchos adolescentes tienen cuando hablamos de aprendizaje. Como bien dice el señor Kaufman, el obstáculo es emocional, y somos los docentes los primeros que tenemos que interiorizar esta idea, para comprender una de las claves sobre la que tenemos que trabajar profundamente en el contexto de la escuela, para lograr tener alumnos y alumnas que, cuando escuchen la palabra “Aprender”, se alegren, se motiven, se emocionen.

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